Actualmente, vivimos en una sociedad que no es capaz de absorber la cantidad de residuos que generamos, no sólo los plásticos. Les animo a que reflexionen como consumidores sobre el poder que tiene cuando compra productos o servicios. Somos nosotros los que decidimos que empresas siguen en el mercado y cuales no, cada vez que compramos. Tomemos decisiones que no tengan un impacto negativo en el medioambiente.
Cuando compramos un refresco, adquirimos la propiedad de dos productos, el líquido y del envase. Pero no nos damos cuenta de que somos responsables del destino final que le damos a ese envase. Que tirándolo al suelo, no nos lo "quitamos de encima" sino que estamos generándole un problema a otra persona. Que se lo encontrará en el campo, en la playa o en la puerta de su casa y como a todos le molestará. También al servicio de recogida de tu ciudad que, te informo no da a basto. Normal, es un despropósito unos recogiendo por un lado y otros tirando. Y por supuesto, flaco favor le estamos haciendo a la naturaleza, todo elemento externo que entra en un ecosistema lo altera. Imagínate si encima es tóxico.
Por eso nacen filosofías de vida como ZERO WASTE que surge en California durante los años 70 de la mano de Paul Palmer que nos plantea lo siguiente: "No tiene sentido que utilicemos un material tan resistente como el plástico para fabricar envases desechables (ya que tarda millones de años en degradarse), que usamos unos pocos minutos (por ejemplo, un café)". Este movimiento se basa en reducir al máximo la producción de residuos, reciclar, reutilizar y revalorizar la mayor cantidad posible de materiales, así como promover la fabricación y el uso de productos que estén diseñados para ser reutilizados a largo plazo.
Foto hecha en la playa contigua a la de Ojos de Garza en enero 2019.
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